jueves, 4 de marzo de 2010

2 horas de viaje e infinidad de tiempo astral.

Quizá a una tormenta le demore menos, quizá un trotamundos llegue más lejos, quizá una hormiga obrera desconozca que siempre será esclava, será fugaz.
Ahora mezcla los tres en un sólo escenario; los tres estarían cerca de su final o cerca de renacer, sustancial, intangible. Los tres tendrían noción de pertenecer a un mismo espacio determinado, de pertenecer a una misma era absoluta.
Situación que nadie eligió, que nadie provocó. Pero fue marcado, pero fue engendrado, penetrado de manera violenta.

Oculto por cierta naturaleza, sin preguntar, sin pertenecer, sin averiguar, sin obedecer.
Sigue por caminos extraviados, solo guiándose por su olfato (el peor de sus sentidos), sin conocer nada más que sus propias manos pero imaginando el color del rostro; ¿existe o nada lo es, hasta que se forma al chocar uno contra otro, atraídos por fracciones milenarias formando una masa, jamas homogénea, pero si entrelazada?
El viaje le tomó más dificultad de lo pensado. Pero jamas obtuvo un mapa, ni poseía las coordenadas. Sabio valeroso, creador de mágicos sabores, aprendiste a estar cerca y el feroz fuego te arrastró hasta el lugar marcado, señalado instintivamente.
Benditas sean la innumerables lunas y las interminables escaleras.

Toma la tormenta, el trotamundos y la hormiga obrera, sofocalos de manera hostil, provoca a sus demonios. Coloca una botella al centro de los tres y experimenta; veras quién es el primero que la manipula, la quiebra y al primero que asesina y el primero que se excita con el olor, sabor y color de la sangre.
Ninguno es culpable ni tampoco inocente. Los tres son cómplices y víctimas. Desean devorarse unos a otros, desean descifrar su código implantado debajo de sus lenguas.
¡Atrévanse, devorence entre ustedes, sientan sus venas apunto de explotar!
Tengo el dulce placer de informarte que llegas en justo momento, eso es lo que ocurre actualmente. Acompañalos supervisandolos, no necesitas invitación, tú los creaste y cruzaste su esencia y transgrediste su alma.
Ahora están en una orgía astral, universal, nadie es dueño de ningún otro, siquiera de si mismo. Son una masa, jamas homogénea, pero si entrelazada.
Cumplen el rol de tatuarse en sus nucas, el otro lo lee e interpreta con una danza o alguna otra creación. Se pintan, dibujan y destruyen los unos a los otros, para después crearse con sus mismas partículas mezcladas.

La tormenta, el trotamundos y la hormiga obrera ahora lo entienden claramente, ahora lo comprenden de manera ambigua tu subjetivo plan-mensaje-hechizo. E intentan volar entrelazados para que el polvo que emana de su sexo moje y alimente su propio mundo.
¡Qué florezcan torres, qué resuciten puentes!
Ahora lo entienden claramente y han organizado una fiesta privada. Tú puedes observar ya que son obra de uno de tus miles de dientes.
Ahora poseen la sabiduría, se libran del conjuro que ha durado milenos y segundos. Para de ahora en adelante crear una abstracción de las secreciones que explotan de sus cuerpos luminosos, que deseaban integrarse a la parte exacta que complementa uno al otro.
Son una masa, jamas homogénea, pero si entrelazada.
Tú, Yo y el Tiempo.

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